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Este Blog del Centro Cultural Fortunato Lacamera, surge impulsado por la voluntad de abrir un nuevo canal de comunicación con la comunidad. Es que la gratificante y movilizadora experiencia de participar en un Centro Cultural Barrial dibuja en el horizonte del vecino un inagotable campo creativo. Visto desde la perspectiva individual, un niño trasponiendo una vez más al día la puerta de la escuela, un joven practicando los pasos de esa melodía que a diario escucha en su casa, un adulto sintiendo que al dejar la oficina, la fábrica o su tarea diaria le falta todavía la parte seguramente más sustanciosa del día, asistir a su taller en el Centro Cultural, o un adulto mayor que ha comprobado cabalmente que nunca es tarde para empezar, para tomar los pinceles, para aprender el "paso básico", para afinar y vocalizar, para salir a escena, o para despuntar aquella "vocación" que fue quedando a lo largo de la vida para mejor oportunidad o para descubrir en nosotros mismos una vena artística que nunca hubiéramos imaginado.La cultura no es un producto elaborado o formateado que se produce en determinado lugar, la cultura es la información, el aprendizaje, la disciplina, el esfuerzo, el goce espiritual, el compromiso con nosotros mismos y nuestra comunidad, todas las acciones que acometemos por encima de los condicionamientos de lo material. Es por todo eso que somos nosotros mismos quienes producimos el hecho cultural y de ahí nuestro aporte al conjunto, a una mejor calidad de vida y al delineado permanente de los perfiles de nuestra identidad latinoamericana.

Equipo de Conducción.

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jueves, 26 de junio de 2008

Taller de Cuento

ESOS QUE ANDAN JUSTO AHÍ


Me desperté, como quien sale de un mal sueño, en la cama de una clínica, o por lo menos eso fue lo que me dijeron. El informe del médico, escueto, directo, decía que la bala había atravesado el tórax y se había alojado a milímetros del corazón, que la sacaron y que ya estaba dado de alta.
__ ¿Estoy curado? __ pregunté.
__ Se puede ir __ me dijo.
__ ¿Y el agujero?
__ Se va a reconstituir.
¿A qué se refería con “se va a reconstituir”? ¿El agujero se iba a reconstituir? ¿yo me iba a reconstituir?
__ Negra, sacame de este lugar de mierda.
__ Quedate tranquilo, Jorge. El médico dijo…
__ ¿Qué dijo el médico? No dijo nada. “Se puede ir” me dijo.
Acostado y con demasiado tiempo para pensar, el primer día dormitaba de a ratos. Miles de ojos se turnaban para espiar por el agujero. Alguno aventuraba un dedo, sabían que si hacían un poco de fuerza podrían entrar.
¡Hijos de puta! Gritaba.
__ Jorge, ¿qué pasa? __ la negra corriendo.
__ Nada, Negra, nada.
¿Nada? Siempre fueron iguales, asechando en las sombras ¡Mal paridos! Nunca me quebré, pero ahora tienen por donde entrarme: un puto agujero a milímetros del corazón.
Tantos años de lucha y que ahora se te puedan meter en los sueños, donde es imposible pelearles.
No quise volver a dormir, hacía fuerza.
__ Negra, traeme café.
__ No, Jorge, no te quiero ver así, ¿eh? El médico dijo que con el tiempo…
__ ¡Van a entrarme, Negra, ¿no te das cuenta?!
Resistí.
A la mañana siguiente vino Ale con mi nieto.
__ Este pibe sí que me puede, ¿eh?
__ Nana, nana __ decía y quería meter el dedo en la venda.
__ ¡Salga de ahí! __ le grité. Se puso a llorar.
__ Dale, Viejo __ me dijo Ale __, siempre igual vos.
__ No, siempre igual no, tengo un agujero a milímetros del corazón. ¿entendés?
__ Tenemos que agradecer que estés vivo.
Agradecer… Ale no iba a entender, yo no lo entendía. Nunca fui un hombre miedoso y ahora un nene amagando tocar ese agujero y casi me meo encima.
Los días siguientes fueron peores que los anteriores: la Negra tratando de cuidarme y yo de no dormirme.
Me mudé a la piecita de soltero de Ale. Por supuesto no reciba visitas, sólo a la Negra y a mi hijo y últimamente nada más que para traerme la comida.
La herida fue cicatrizando pero alrededor del agujero, es decir: el agujero seguía ahí, consolidándose, mostrándome que no iba a dejar de ser un agujero. Decidí dejar de ir al médico y de hacer las curaciones.
Llevaba cuatro días despierto. Sentí un cosquilleo en el agujero, saque la venda que a esa altura estaba al pedo. Venía retorciéndose despacio, como reconociendo el terreno, reptando. Asomó la… ¿cabeza? No sé, la parte de adelante. Pensé: ¿Qué hago? Entonces me di cuenta: era un sentimiento que se estaba escapando. Lo empujé con el dedo tratando que volviera a su lugar , pero se enrollaba y no retrocedía. Siguió tratando de escapar, antes de que saliera de mi tórax, como algo maquinal, lo agarré y me lo tragué.
Me quedé más tranquilo, tanto que me dormí profundamente.
__ Es por acá __ creo que escuché decir como en un eco. Pero el sueño era más fuerte y no había caso, ya estaban adentro.
Cuando me desperté no sentía grandes cambios más allá de la presencia. Me di cuenta a la noche, cuando no había ruidos, se hablaban entre ellos.
Mirá vos le entramos. A ver si duro por como fuera.
Se oía entrecortado, pero sabía lo que buscaban.
¡Asesi , tanta muerta. Te el cora , si que tenés.
Me levanté, prendí la tele. La Negra dormía. Miré por el agujero en el espejo. ¡Dos sentimientos juntos! Uno atrás del otro, casi pegados. El corazón, ese que estaba a milímetros del agujero, me latía en una forma desmesurada. Esos sucios ahí adentro se iban a dar cuenta. Abrí el botiquín, no tuve mejor idea que ahogar los sentimientos en alcohol (no me ardió), se retorcieron hasta quedar duros. Me di cuenta de que era el trabajo de esos… bien muertos estaban: ¡Me sacaban los sentimientos! Pero no iban a poder, los iba a vigilar día y noche.
Ale vino a la tarde, seguro lo llamó la Negra. No lo dejé entrar, nadie más iba a entrar. No insistieron mucho. Le empecé a rechazar la comida a la Negra, no les iba a dar de comer a esos mugrosos, yo sabía cómo tratarlos. Esa noche otra vez, con el silencio, empezaron a hablar:
Vas cárcel ¡Hi puta!
__ Los estoy escuchando. ¿Cárcel? ¿Qué cárcel? Yo salvé a La Patria, basuras, la salvé de ustedes. La historia se va a encargar de ponerme en el lugar que me merezco. Una estatua, al lado de la de San Martín, eso me van a hacer.
pagar crímenes, nocida! ¡Gen carce…
__ ¡Basta, hijos de puta!
Puse un tapón en el agujero, ¿cómo no se me ocurrió antes?
Fueron los mejores días, hasta tuve ganas de salir de la pieza. Pero al querer levantarme las piernas no me respondían, debería ser la debilidad. De cualquier modo no les iba a dar de comer. Como pude salí, la Negra no estaba, había dejado una nota, boludeces de mujeres. Las lacras no hablaban o yo no los escuchaba. Lo único que sentía era sed, cansancio, dolor en los ojos y una picazón en el agujero, seguramente los sentimientos andaban dando vueltas.
Alrededor del tapón comenzó a salir un líquido blancuzco Me tenté a sacarlo, aunque… no sé… la cabeza… Había olor a podrido (me hizo acordar al olor del Atlético). No me quedaron dudas de que estaban ahí.
Lo saqué. Se amontonaron, miles de sentimientos tratando de escaparse y esos … gritando: ¡Asesino! __ los oía bien __ ¡Asesino!
__ Ya van a ver.
Transpiraba pero tenía frío. Mi miedo era errarles, la vista… Puse el cañón en el agujero, lo más adentro posible, hasta hacer tope con el tambor.
__ ¡Mugro…!

Cuento de Daniel Bosco.

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